Hoy vuelvo a la carga con la recomendación de un libro. Se trata de Tristes por diseño de Geert Lovink. Voy a comentar algunas ideas generales que me han interesado. Pese a ser un libro “viejo“, de 2019 (antes de la pandemia), podemos quedarnos con casi todo lo comentado en él, aunque seguramente la situación a día de hoy haya empeorado en muchos de los aspectos relativos a su mensaje.
Una internet madura esta generando cierto hastío en los usuarios conectados. Existen múltiples síntomas de ello: cada vez seguimos a menos gente, incluso dejamos de seguir de hecho, desistimos de darnos de alta en nuevas redes…
El internet que conocíamos ha cambiado, antes internet era un lugar donde encontrar iguales, ahora es un pozo lleno de trols, scam y publicidad engañosa.
“Si la gente en el mundo exterior le asusta, la gente en Internet le aterrorizará.”
El libro puede resumirse con una de las preguntas planteadas por el autor.
“¿Qué sucede cuando la ansiedad de saturación de la información se convierte en un profundo sentimiento de vacío?”
De lo que el autor quiere advertirnos es de que vivimos en una sociedad hiperconectada. Algo que todos hemos podido comprobar al ir en transporte público últimamente. Todo el mundo está haciendo algo con el móvil, la mayoría haciendo scroll con el dedo… haciendo swipe.
Una sociedad cada vez menos empática viviendo la paradoja de vivir en una soledad conectada (haciendo referencia a Sherry Turkle).
“Lo digital no desaparece, ni termina. […] Experimentamos el simulacro como realidad primordial.“
Parece que la mayor capacidad de publicar y comunicar en internet no ha llevado consigo una mayor alfabetización digital, a una mayor capacidad de cuestionar fuentes, a plantear respuestas, en definitiva a un mayor pensamiento crítico, sino a todo lo contrario.
“[…] este giro de consumidor critico a productor crítico tuvo un precio: la inflación de la información. La autoridad para filtrar las noticias pasó de los medios de difusión de arriba abajo a los gigantes de la tecnología. Según boyd [danah boyd], la alfabetización mediática se ha asemejado a una desconfianza de los medios de comunicación y ya no a la critica basada en hechos. En lugar de considerar la evidencia de los expertos, ha llegado a ser suficiente exponer la propia experiencia. La indignación ha triunfado, se ha atrofiado el debate razonable. El resultado es una cultura altamente polarizada que favorece el tribalismo y la autosegregación.”
Las diferentes iniciativas por conseguir una red de redes descentralizada no han tenido el éxito esperado. Han triunfado las redes sociales centralizadas propiedad de grandes corporaciones tecnológicas, no exentas de ideología —tal y como lo fueron (y son) los libros o los diarios.
“Eres lo que compartes. […] Compartimos lo que hacemos y vemos, pero siempre de manera organizada. Compartimos juicios y opiniones, pero siempre sin pensamientos.“
Las redes sociales están diseñadas para atraparnos y hacernos esclavos de nuestra dopamina.
El autor hace un paralelismo en el que a menudo he caído yo también, en lo mucho que se parecen las redes sociales (la mayoría muy audiovisuales) a la clásica televisión (en la que ibas cambiando de canal para ver si había algo interesante).
“Ignorantes de nuestra propia breve ausencia, disfrutamos la sensación de estar remotamente presentes. Uno recuerda cómo era sentir.”
Un concepto interesante que el autor introduce (aunque no ha sido creado por él) es el de “enfriamiento social“. Este enfriamiento se basa en algo que resulta hasta lógico. Si uno es observado, su comportamiento cambia. Este hecho nos deriva a pensar que en realidad la reputación digital (nuestra presencia) podría llegar a ser un limitante para nuestras oportunidades (provocada por una tendencia a evitar lo arriesgado).
A mi juicio, esto derrumba algunos muros de la clásica visión de la tan cacareada marca personal. O al menos viene a apoyar la idea de que no todo el mundo necesita estar en redes sociales (obligados por su trabajo). Nos viene a recordar que la ausencia en redes tiene también sus cosas buenas.
Pero el libro toca otros muchos temas interesantes: el detox digital, el derecho a la desconexión, la relación medios-redes-plataformas… Hace un extenso análisis del anonimato en internet, de los memes —sobre todo políticos— y de los selfies —en este último concepto pendula entre instrumento narcisista y elemento de integración social.
En general, como el título del libro refleja, se centra en la tristeza que proporcionan las redes sociales. Constantemente comparas tu vida con la de los demás. Las métricas generadas por todas las redes sociales te hacen ver que los demás despiertan más interés que tú. Si no publicas no existes, te olvidan. Reconocemos que seríamos mucho más felices saliendo de determinadas redes sociales pero somos incapaces de darnos de baja de las mismas.
Vivimos en una sociedad definida por los efectos de la tecnología integrada en nuestras vidas a través de internet y las redes sociales.
Es un libro interesante con innumerables referencias a autores muy relacionados con el tema: Byung Chul Han, Sherry Turkle, Mark Greif… Muchas veces citados literalmente. Aunque tiene partes demasiado filosóficas para mi gusto, he de reconocerle cierto posicionamiento activista que no suelen tener este tipo de obras. Diría que es un buen libro para iniciarse en el conocimiento de la sociedad conectada y la cultura de medios, y pensar en herramientas para sobrevivir en ellas.
Despedida y cierre
Esta semana ya veis, recomendación de libro. No es una reseña al uso, solo una pincelada con cosas interesantes para hacer boca y mostrar un poco de que va el libro por si a alguien le interesa. La semana que viene más.
Yo me acuerdo que cuando era pequeño (finales de los 70, con 12 o 13 años) me preocupaba la cantidad de horas que veía la tele y decidí pasarme una semana sin verla para “desintoxicarme” 😂